Todo ello basado en la capacidad de los mejillones, percebes o las bellotas de mar de pegarse a las superficies, incluso, bajo el agua. Un conocimiento que ya se conocía desde hace más de un año, pero que ahora ya tiene su primera aplicación práctica.
El adhesivo no solo se basa en las proteínas del mejillón, también incluye tirosina, un aminoácido presente en las alas de algunos insectos, la mezcla de ambas sustancias tiene un potente poder adhesivo que se activa mediante la luz.
Los investigadores ya han probado el adhesivo con éxito en animales, y que es capaz de cerrar heridas sangrantes en sesenta segundos, tanto internas como externas.
Otra de las ventajas es que no solo ayuda a suturar heridas, sino que lo hace sin producir inflamación como ocurre con los puntos de sutura o las grapas quirúrgicas.
Además, según sus creadores, es completamente biocompatible y no tiene ninguna toxicidad.
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